Sigo recuperándome del visionado, hace unas tres horas, de To Rome with love. A la salida del cine enumero mentalmente varias películas decepcionantes de Woody Allen. Hago también una lista de las poquísimas obras realmente terribles de su filmografía. Y concluyo que nada supera a esto. No estábamos preparados para Vicky Cristina Barcelona, pero precisamente aquel film nos hizo más fuertes, sirviéndonos como aviso para acudir con reservas, protegidos, ante cualquier nueva postal turística rodada con desgana por el genio neoyorquino. Pero ni siquiera esa coraza, esa experiencia adquirida por medio de las duras pruebas de la vida me ha salvado del varapalo de hoy. Y creo que es esto precisamente lo más determinante que puede decirse de este «Woody en Roma».
Un film absolutamente inane, interminable, sin ningún tipo de ritmo, aparentemente rodado por un amateur, plagado de primeras tomas y carente de toda gracia (en mi lista recuerdo solo otras dos comedias de Allen que no me despertaron la mínima sonrisa: el accidente barcelonés y La comedia sexual de una noche de verano). Duele ver a Judy Davis sin poder decir una sola una línea de guión decente (de hecho duele no ver a Judy Davis histérica, pistola/copa de whisky en mano). Duele no ver una sola escena rematada con una punzante punchline. Duele ver un buen reparto de actores norteamericanos tan terriblemente desaprovechado. Duele comprobar que el propio Allen parece terriblemente cansado interpretando su papel. Y duele ver al más grande comediante del último cuarto del siglo XX haber perdido hasta tal punto el olfato cómico que repite (¡repite!) el único aparente chiste de la película, el de la ducha.
Pero no es posible. El error debe ser mío. Llego a la única conclusión que la lógica me otorga: el film entero es un chiste. Un gag de 112 minutos. Hay una pista: el personaje que interpreta el propio Woody. Y llego a la conclusión de que el chiste podría ser: «tras 45 años dirigiendo películas, jamás viví mejor ni gocé de más éxito de público y atención mediática que cuando decidí dejar de preocuparme y rodar por el puro placer de viajar. Puse a prueba a los productores, pero por flojo que fuera el film, ellos siempre me felicitaban, y no tardaba en recibir la llamada del siguiente. Incapaz de comprenderlo, llegué a rodar una absoluta bazofia a propósito, y a aparecer en ella en la piel de un mediocre director teatral que, por puro miedo a jubilarse, se agarra a cualquier mierda con tal de seguir trabajando. Pero ellos me hicieron pasearme por otra alfombra roja».
El chiste es bueno. Menos mal.
Pero no puedo dejar de pensar en la opción b), y por ello dudo ahora entre ir a dormir y despertarme posiblemente apesadumbrado, o sobrecalentar el reproductor de DVD con Broadway Danny Rose, Delitos y faltas y Misterioso asesinato en Manhattan (evidentemente seguidas, aunque no necesariamente en ese orden) hasta el amanecer. Para purgar, que se dice.
La empecé a ver y no la terminé…empecé y terminé Juan Salvador Gaviota, aten cabos