La vida: una de romanos

Caro Diario. Imagen: Sacher Film

El pasado mes de octubre Nanni Moretti, uno de los tipos más romanos que existen, sorprendió a los asistentes al festival de cine de su ciudad con un cortometraje documental en el que se ha filmado a sí mismo sometiéndose a sesiones de radioterapia. «He superado otro tumor», dijo al presentar el trabajo, y la confesión tuvo tanto de declaración personal como de guiño a la propia carrera. Porque su primera lucha contra la enfermedad es célebre: en los años noventa Moretti construyó a partir de su peregrinar por varios médicos para tratar un linfoma maligno felizmente curado y de varias páginas de su diario personal una película-manifiesto inclasificable, humanísima, muy divertida y admirable: Caro diario, casi nada.

Una obviedad: el ser humano se reconoce en la ficción, construye un espejo sobre un escenario y extrae de él enseñanzas para trazar un camino por los senderos de la vida. Nada nuevo, cosa bastante antigua, desde los griegos por lo menos. Pero si la frontera entre realidad y reconstrucción ficticia de la realidad es bastante difusa en todas partes, cómo lo será en ese colosal escenario de dos mil ochocientos años a esta parte que es Roma, una ciudad arrolladora que invalida varias percepciones preconcebidas del visitante. También esa de que la realidad supera a la ficción, porque en Roma la norma es que la segunda deprede a la primera apenas se presenta ocasión para modelar la forma (¡real!) de la realidad. Por eso el neorrealismo italiano eclosionó en Roma: pura inevitabilidad. Por eso Federico Fellini, uno de los grandes romanos de adopción de todos los tiempos, concibió la última escena de su como una terapia, deslumbrándonos con una festiva secuencia final en la que la película se celebra a sí misma para que Fellini pueda abrazar sin reservas todos los traumas de su vida personal. En Roma la muerte también se engalana con la ficción, para bien y para mal. Alberto Sordi, el tipo más romano que ha existido jamás, eligió para el epitafio de su tumba una frase de la película El marqués del Grillo, uno de los grandes personajes de su carrera: «Señor marqués, es la hora». Y la versión oficial del asesinato de Pier Paolo Pasolini bebe de las criaturas romanas descarnadas que el cineasta y poeta hizo desfilar por las pantallas en su filmografía truncada y visceral.

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Acerca de Iker Zabala

Iker Zabala, ingeniero de telecomunicaciones, aficionado al cine, la música y la literatura y colaborador de la revista Jot Down. Me puse muy estupendo con los amigos, denostando con mucha suficiencia Twitter y otras "redes sociales" y jurando que jamás me abriría una cuenta ahí. He creado este blog para disimular y vencer el mono.
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