¡Qué fantástico lugar! Antes del concierto he visto a una pareja besándose durante treinta minutos a la puerta del teatro. Me ha encantado. (Allen Toussaint durante su último concierto en Madrid el pasado 9 de noviembre)
Allen Toussaint falleció a primera hora de este martes en una ambulancia camino de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid. Sufrió un paro cardíaco en su hotel apenas una hora después de pasearse por el patio de butacas del Teatro Lara para recibir de primera mano el calor y felicitaciones de quienes nos hemos encontrado de sopetón con el extraño privilegio de haber asistido a su último concierto. Minutos antes del final del recital y de su paseo de homenaje entre la concurrencia, el legendario músico de Nueva Orleans se había entregado a un intermezzo irónico de gran virtuosismo en el que jugueteó con el piano insertando en un medio tiempo fragmentos de Caruso, de este «Baiao de Anna» de Silvana Mangano y hasta de la «Marcha fúnebre» de Chopin, lo cual toma ahora un sombrío tono premonitorio. Porque resulta ya imposible abstraerse de la repentina muerte del músico ante cualquier acercamiento a lo que vimos el lunes. Pese a ello, lo que sigue pretende ser la imposible reseña objetiva de ese último concierto.