Si va a perder el tiempo inútilmente viendo algún vídeo en Youtube, piérdalo bien. Eche un vistazo al entrañable casting de Jean-Pierre Léaud para el papel protagonista de Los cuatrocientos golpes (1959), donde aparece filmado de medio cuerpo y luciendo todo el desparpajo y la espontaneidad que caben en un minuto y medio. François Truffaut, cuya voz escuchamos fuera de plano, le pregunta cuántos años tiene. “Catorce”. “Pues eres un poco mayor para el personaje”. Léaud esquiva el dardo y sale rápido al quite: “Bueno, pero no soy muy alto”. “¿Puedes interpretar a un niño de doce y medio?”. Léaud, seguro de sí mismo: “Sí, creo que sí, además dice usted que busca a un chaval con gracia, yo lo soy…a mí los chavales que piensan mucho como que…”. Truffaut le pregunta entonces de dónde viene, y cuando Léaud confiesa que se ha escapado del internado en el que estudia para poder acudir a la prueba el cineasta responde severo: “Pues no se van a poner muy contentos cuando se enteren”. Léaud se cuadra y dispara: “¿Eso qué más da mientras yo esté contento?”. La última pregunta: “Y tú, en la vida, ¿eres más bien triste o alegre?”. El chaval luce entonces la sonrisa más grande y segura de sí misma del mundo y exclama: “¿Yo? ¡Yo soy una persona muy alegre!”.
Y seguramente no lo era del todo, porque tras las semanas de rodaje que siguieron (en las que Léaud se divirtió tanto que Truffaut le tenía que recordar a cada momento que intentara reírse lo menos posible mientras estaba en el plano) el muchacho rompió a llorar tras ver la película completa por primera vez. “Detrás de mi crónica autobiográfica, Jean-Pierre reconoció la historia de su propia vida”, diría Truffaut. Después del rodaje Truffaut apadrinó al chaval y se convirtió en su mentor. Debió pensar que Léaud, que pronto se reveló un muchacho bastante difícil y de mala senda, lo necesitaba. Porque él mismo lo había necesitado años atrás.
Publicado originalmente en el número 24 de la edición impresa de Jot Down: “Especial Francia”.